07 septiembre, 2013

LA BATALLA Entre febrero y marzo de 1280, Alfonso X de Castilla, convocó a los concejos a una reunión en la ciudad de Badajoz. En dicha asamblea o ayuntamiento estuvieron presentes casi todos los miembros de la familia real, a excepción de la reina Violante de Aragón, esposa de Alfonso X, de quien se hallaba distanciada. El motivo principal de la asamblea fue el ultimar los preparativos para hacer la guerra al reino nazarí de Granada, donde reinaba Muhammad II de Granada. Por ello, Alfonso X ordenó a sus huestes que se reuniesen con él en la ciudad de Córdoba, ya que el soberano castellano-leonés se proponía entrar a talar la Vega de Granada. No obstante, Alfonso X no pudo participar personalmente en la campaña, pues padecía en esos momentos una dolencia ocular y hubo de permanecer en la ciudad de Córdoba.1 En junio de 1280 el infante Sancho, hijo mayor de Alfonso X de Castilla, se dirigió a talar la Vega de Granada, siendo acompañado entre otros por Gonzalo Ruiz Girón, maestre de la Orden de Santiago, a quien el infante Sancho ordenó, mientras él permanecía en Alcalá la Real esperando la llegada de algunos contingentes que debían participar en la operación, que partiese junto con sus mesnadas para proteger a las tropas que hacían acopio de víveres para el ejército.2 Cuando las huestes santiaguistas regresaban de dicha expedición, fueron atacadas por las tropas musulmanas de Muhammad II de Granada, que les habían preparado una emboscada en las cercanías de Moclín. Las tropas musulmanas apostadas en Moclín, aparentando huir, atrajeron a las tropas de Gonzalo Ruiz Girón, maestre de la Orden de Santiago, de Gil Gómez de Villalobos, abad de Valladolid, y de Fernán Enríquez, hasta el paraje en el que habían preparado la emboscada. Las tropas cristianas persiguieron a los musulmanes pero éstos, paralizando su movimiento de retirada, atacaron entonces a las huestes cristianas, a las que derrotaron, causándoles numerosas bajas.3 En el Desastre de Moclín, ocurrido el día 23 de junio de 1280, perdieron la vida más de 2.800 hombres, entre caballeros y peones, siendo la mayoría de los difuntos caballeros de la Orden de Santiago. Cuando el infante Sancho tuvo conocimiento del Desastre, impidió que las tropas que permanecían a sus órdenes emprendieran la huida, lo que hubiese provocado una masacre general entre las tropas cristianas.4 Una vez reorganizadas las tropas castellano-leonesas tras el Desastre, el infante Sancho, pasando por Moclín, se dirigió a Granada para talar su vega. Una vez concluida la expedición de castigo, el infante regresó a la ciudad de Córdoba, pasando por Jaén, pues consta que ya el día 7 de agosto se hallaba en Córdoba.5 Gonzalo Ruiz Girón, maestre de la Orden de Santiago, falleció varios días después del Desastre, como consecuencia de las heridas que recibió allí, y fue sepultado en el municipio jienense de Alcaudete.3 Para evitar que la Orden de Santiago se extinguiera, pues había perdido en el Desastre de Moclín a numerosos miembros, Alfonso X de Castilla integró en ella a los miembros de la Orden de Santa María de España, y nombró al maestre de ésta última, Pedro Núñez, maestre de la Orden de Santiago, provocando con ello que la Orden de Santa María, que había sido fundada por iniciativa de Alfonso X, desapareciera.6
Castillo de Moclin Moclín ocupó una posición de primer orden en el sistema defensivo de la zona, pues, tras la conquista castellana de las fortalezas de Alcaudete (1340), Alcalá la Real y Castillo de Locubín (1341), que eran los tres principales bastiones de la red defensiva de este sector, Moclín pasó a una posición de primer plano en la defensa del reino nazarí. Aunque existen referencias sobre Moclín desde el siglo IX, es a partir del siglo X cuando se generalizan las noticias, ya que se convirtió en punto principal de ataque de las correrías y escaramuzas de uno y otro bando, que fueron en aumento hasta su conquista, en 1486. En el año 1319, los infantes Pedro y Juan, en su expedición contra el reino nazarí, que acabó con la muerte de ambos en las puertas de Granada, pasaron por Moclín y devastaron su término. En el año 1331, Alfonso XI y Muhammad IV firmaron una tregua, pero los castellanos incumplieron más de una vez lo pactado, como lo demuestran las correrías que llevaron a cabo en la localidad. Poco después, en el año 1340, Alfonso XI eligió la conquista de Alcalá la Real. Su contrincante, Yusuf I, elegía Moclín para acampada de la tropa musulmana. Tras su conquista, en el año 1341, los castellanos escoltaron hasta Moclín a los yashufíes y los liberaron. Entre los años 1341 y 1454 las escaramuzas en ambos sentidos no cesaron, aunque no condujeron a ningún resultado definitivo. En el período en que Moclin fue frontera también existieron momentos de pacificación y entendimiento, desarrollándose en Puerto Lope intercambios comerciales entre ambas culturas, excepto en mercancías como armas, caballos, trigo y plata. Finalmente, los Reyes Católicos, en su guerra total contra Granada, vieron necesaria la toma del lugar, llave y escudo de Granada. En Septiembre de 1485, el Conde de Cabra dirigió una hueste de cien caballeros y tres mil peones contra la localidad y El Zagal, enterado de los planes del cristiano, apostó en la fortaleza a mil jinetes y más de mil infantes. El resultado fue un estruendoso fracaso de los castellanos en los Campos de la Matanza. La conquista definitiva de la fortaleza se llevó a cabo el año siguiente, después de la caída de Loja. La población capituló el 26 de Julio de 1486, tras tres días de asedio. Moclín continuó siendo una plaza de vital importancia, hasta la toma de Granada, lo cual se refleja en el mismo texto de las Capitulaciones para la entrega de Granada. Tras la rebelión y expulsión de la población morisca, se procedió a la repoblación del lugar con personas procedentes del Norte peninsular. Descripción y características El castillo de Moclín es una de las mejores piezas defensivas de la época Nazarí, y el único que conserva el cinturón de murallas al completo. Consta de un recinto militar en la parte más alta, y el que peor conservado está, y de cinturón amurallado en la parte más baja. El recinto inferior se conserva en su mayor parte y en él destaca la torre puerta de acceso al conjunto, en el cual se combinan elementos defensivos, entrada en doble recodo, y simbólicos, como el escudo de la dinastía nazarí y la llave, ubicados en las claves de ambos arcos. La primera cinta amurallada es de mampostería, en hiladas enrripiadas, reforzada en sus ángulos por sillares de arenisca, rematada por un hormigón de cal, que forma el almenado. El recinto superior, situado en la parte más alta del cerro, a 1117 metros de altura, es de forma ovalada. Su perímetro amurallado, reforzado en su flanco norte y sur por otra línea de muralla, está compuesto por numerosas torres macizas, tanto de planta rectangular como semicircular. En la parte occidental cabe destacar dos elementos arquitectónicos: la torre del Homenaje y el aljibe. La torre del Homenaje es de planta rectangular y se encuentra en estado ruinoso. El aljibe sobresale una parte del nivel natural del terreno. Con una capacidad de 506 metros cúbicos, es una de las pocas cisternas hispanas con bóveda de medio cañón hecha con el mismo hormigón que los muros, que tienen un grosor de casi dos metros. En lo que fuera mezquita hoy se levanta la iglesia del Cristo del Paño. Estado de conservación El castillo presenta un aspecto lamentable debido al bombardeo sufrido durante la Guerra Civil. Hasta entonces este castillo era uno de los mejor conservados de Andalucía. El cinturón de murallas se conserva casi completo. Protección Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. En el año 1993 la Junta de Andalucía otorgó reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
HISTORIA DE MOCLIN La historia arranca desde el Neolítico. Los primeros pobladores de Moclín nos dejaron huellas de su vida en las pinturas rupestres, antropomórficas y zoomorfas (III milenio antes de nuestra Era), que proliferan en las múltiples cuevas que enriquecen el entorno de esta localidad (Cañada de la Corcuela, Abrigo de las Vereas, Pedriza del Peñascal…). Asimismo, se hallaron en Tózar sepulturas rupestres cristianas de los siglos VIII al XI. Los más recientes descubrimientos relacionan estrechamente el inicio de su poblamiento con la llegada al continente de los primeros grupos que se asentarían en Orce. Investigaciones posteriores ponen en evidencia la ocupación de la cueva de Malalmuerzo por el hombre del Neolítico. De las Edades del Cobre y el Bronce también hay abundantes restos, sobre todo de cerámica. Moclín, o “Distrito del monte”, según los romanos, y “Hisn Iqlim” (topónimo este que nos remite al lugar donde se encontraba el “castillo del distrito”, una de las treinta y tres demarcaciones territoriales en que los nazaríes dividieron el reino de Granada), o “Hisn al-Muklin” (“fortaleza de las pupilas”), ambos topónimos dados a dicha localidad por los árabes, fue durante casi dos siglos el punto fronterizo de la provincia de Granada con la localidad jiennense de Alcalá la Real, es decir, entre árabes y cristianos. Por parte de dichos contendientes no siempre las luchas fueron constantes, sino que también existieron épocas - más o menos largas en el tiempo - de pacificación y entendimiento, desarrollándose en Puerto Lope y en otras localidades del municipio moclineño intercambios comerciales entre ambas culturas, excepto en mercancías como armas, caballos, trigo y plata. div style="text-align:justify"> El origen y la historia de Moclín como fortaleza corren paralelos a los del Reino Nazarí de Granada. Su nombre procede del árabe Hisn Al-Muqlin ("fortaleza de las pupilas") en alusión a su clara condición de vigía permanente. El castillo se construyó en el siglo XIII sobre un elevado escarpe para proteger el camino que conducía a la Vega de Granada. Tierra de frontera en muchas etapas, para los nazaríes se convirtió en el "escudo de Granada", sobre todo a partir de la conquista por las tropas castellanas de Alfonso XI de Alcalá la Real en 1341 y de Castillo de Locubín. Entre esta fecha y 1486 las escaramuzas fueron frecuentes en ambos sentidos, alternando con periodos de entendimiento, hasta que los Reyes Católicos consideraron necesaria su toma definitiva. Finalmente los Reyes Católicos, en su guerra total contra Granada, vieron necesaria la toma del lugar. En Septiembre de 1485, el Conde de Cabra dirigió una hueste de cien caballeros y tres mil peones contra la localidad y El Zagal, enterado de los planes del cristiano, apostó en la fortaleza a mil jinetes y más de mil infantes. El resultado fue un estruendoso fracaso de los castellanos en los Campos de la Matanza. La conquista definitiva de la fortaleza se llevó a cabo el año siguiente, después de la caída de Loja. La población capituló el 26 de Julio de 1486, tras tres días de asedio. Como recuerdo de ese suceso, se hizo la réplica de una lombarda, cañón de gran calibre que posibilitó la conquista de esta villa, dejando el camino expedito para la de Granada, convirtiéndose en una de las siete villas obligadas al mantenimiento de Granada. Los Reyes Católicos, en el periodo comprendido entre 1486 y 1492, junto con la Corte de Castilla, pasaron largas temporadas en la fortaleza. La repoblación del lugar se llevó a cabo por personas procedentes del norte peninsular con gran rapidez, convirtiéndose en una población eminentemente agrícola y ganadera donde la mayoría eran campesinos asalariados.
"EL CRIMEN DEL CURA ANGUITA" Acababan de finalizar las fiestas y feria de Moclin, aquel miércoles 5 de octubre fue mucha la gente que había recorrido las empinadas calles del pueblo tras el célebre cuadro del Cristo del Paño. Y la feria de ganado, como siempre, había sido todo un éxito. El martes, día 11, de aquel mismo mes, Juan Márquez Campos se había levantado muy temprano. Era el guarda del Cortijo de Pedernales, sito en el término municipal de Moclin. La mañana era clara, encendió su cigarro y empezó a caminar por aquellos campos. Todo parecía normal, como cualquier día, pero el destino no iba a permitir que fuese así. Cuando se encontraba cerca de la carretera, mejor digamos camino, que iba desde Granada a Alcaudete, divisó un bulto en el suelo. Se acercó con cautela y descubrió con horror que se trataba del cadáver de un hombre. Estaba tumbado boca arriba y tenía la cabeza destrozada, el ojo izquierdo lo había perdido. Parecía tener unos 50 años, su barba y pelo eran canosos. Al lado del cuerpo se podía ver un sombrero, el palo de una silla manchado de sangre, una cantimplora que estaba vacía, un vaso con restos de azúcar y otro elemento de color morado, una botella rota, una talega de pan y una vara de olivo. El hallazgo fue comunicado al juzgado de Moclin, y allí se personó lo antes posible el juez de paz de nuestro pueblo. En los bolsillos del pantalón del cadáver se encontraron algunas monedas falsas, una esquela con el nombre de un procurador, el cual no supo identificar el fiambre y una cédula personal a nombre de Hilario Negrillo Galán. El cuerpo del finado fue expuesto en el camposanto moclineño durante dos días para ver si alguien podía dar alguna pista sobre su identidad. Nadie preguntó por el muerto. El jueves 13,el médico forense don Eladio Ibáñez dio los resultados de la autopsia: presentaba una herida debajo de la axila izquierda hecha con un cuchillo de hoja estrecha que le había partido el corazón; también tenia un disparo con arma de fuego que le había volado la cabeza; la cara la tenía desfigurada a base de golpes. Toda la masa encefálica había quedado desparramada por el suelo. Según el forense primero recibió un disparo, después le machacaron el cráneo y luego le apuñalaron el corazón. Acto seguido el cadáver fue sepultado en el cementerio de Moclin sin que apareciese ningún nombre sobre aquella tumba, a ella solo se acercaban los niños más atrevidos y que luego corrían despavoridos creyendo haber oído alguna voz que salía de la fosa. ¿Quién era aquel hombre? ¿Qué era lo que había pasado? Para resolver el enigma tenemos que irnos al pueblo jienense del Castillo de Locubín unos meses más tarde. En esa localidad ejercía como sacerdote un tal Julián Anguíta García, un hombre cuya conducta dejaba mucho que desear. Pues bien, este párroco recibió a finales de diciembre de este año de 1898 una carta procedente de Málaga en la que se le anunciaba que su padre Antonio había fallecido allí. Sin más indagaciones la familia se vistió de luto y don Julián el cura celebró una misa por el eterno descanso del alma de su progenitor, y en paz Cristo. Pero en el pueblo, donde no se fiaban mucho del cura, empezaron a sospechar que allí ocurría algo raro. No veían que don Julián ni su madre estuviesen demasiado apenados por la muerte de su familiar, además se sabía que las relaciones entre ellos y el difunto no eran muy buenas, en más de alguna ocasión el hijo y la esposa habían maltratado físicamente al fallecido Antonio. El juez del pueblo empezó a indagar, mandó un telegrama a Málaga desde donde le contestaron que allí no tenían constancia de que hubiese muerto nadie que respondiese al nombre de Antonio Anguíta Hidalgo. Entonces el citado juez pidió al párroco que le entregase la carta recibida en la que le notificaban desde la ciudad malagueña la muerte de su padre. Un experto examinó la nota y comprobó que esta había sido escrita por el mismo don Julián el cura, cambiando un poco su propia letra para que no fuese reconocida. Con estas pruebas el juez de Alcalá la Real mandó encarcelar a don Julián Anguíta, a su madre y a sus dos tíos, Candido y Miguel García Castillo. Los detenidos confesaron el delito. Veamos como fue todo: el asesinado Antonio Anguíta Hidalgo y su esposa María García Castillo era un matrimonio muy mal avenido, las peleas eran continuas, ella era una mujer dominante y los negocios de Antonio no marchaban bien. Toda su fortuna estaba pendiente de un pleito que tenía con un vecino. Su esposa y su hijo el cura le acosaban e insultaban y Antonio les amenazaba con dejarlo perder todo y que se quedaran sin un céntimo, incluso asustó a su descendiente con denunciarlo al obispo por su mala conducta. Ante esta situación, María García, planeó matar a su marido con la ayuda de su hijo y de su hermano Cándido. Fueron juntos a las tres farmacias que había en Alcalá la Real para comprar un veneno, pero no se lo vendieron por no llevar receta médica. Al día siguiente, Cándido si lo consiguió en una botica de Valdepeñas de Jaén, alegando que lo necesitaba para matar al perro de un vecino que por las noches no lo dejaba dormir con los ladridos. La madrugada del lunes, 10 de octubre, Antonio Anguíta viajaba a Granada para resolver el pleito que tenía pendiente. Le acompañaban su hijo el cura y sus cuñados Miguel y Cándido. Todos viajaban en mulo. Cuando llegaron a un monte del cortijo de Pedernales, en el sitio llamado Cuesta Blanca, pararon para almorzar. Entonces el párroco don Julián y Cándido dieron a Antonio de beber un refresco preparado por su esposa Maria. El bebedizo contenía agua, azúcar, aguardiente y el veneno que era bicloruro de mercurio. Nada más tomarlo el pobre hombre comenzó a vomitar y sentir fuertes dolores. Pero como pasaba el tiempo y no se moría, el sacerdote le pegó un tiro a su padre que le entró por un ojo y le destrozó la cabeza. Como aún se movía, lo apaleó con la pata de una silla y finalmente lo apuñaló de una forma bestial. Consumado el crimen regresaron al Castillo de Locubín. Unos meses mas tarde don Julián escribía una carta y mandó a su tío Cándido para que la depositara en la estafeta de Pinos Puente. Esa era la carta que simulaba venir de Málaga y anunciaba la muerte en aquella ciudad de Antonio Anguíta. Cuando todo fue descubierto fueron encerrados en la cárcel de Granada en espera de juicio. Dos años después, el miércoles 6 de junio de 1900, en la Audiencia Provincial de Granada, con una gran expectación, se celebraba el juicio contra el Presbítero Julián Anguíta García, María García Castillo y sus dos hermanos Cándido y Miguel. Los dos últimos acusaban a su sobrino el cura de ser el principal autor del crimen y este aseguraba no acordarse de nada. El domingo 10 de junio de 1900, a las nueve de la noche, el tribunal condenaba a la pena de muerte por garrote vil a don Julián, a su madre y a su tío Cándido. Su otro tío, Miguel fue absuelto. María García, la inductora del crimen, no llegó a subir al patíbulo, murió en la cárcel granadina de una tuberculosis el 27 de agosto de 1900. Antes de morir dio al capellán de la prisión diez pesetas para que celebrase unas misas por el descanso de su alma. Aquel mismo día en que fallecía doña María, los granadinos pudieron ver por la calle de su ciudad, caminar a su hijo Julián. Y es que se había declarado un incendio en una casa contigua a la cárcel provincial y los presos fueron trasladados al ayuntamiento de Granada. Hay una foto de ese traslado en la que se puede ver a Julián Anguíta que iba esposado junto a otro célebre asesino, era un tal Pedro Vallejo, autor del crimen conocido como “La muerte de la hija del quesero”. Don Julián fue ejecutado en el patio de la cárcel granadina el martes 9 de julio de 1901. El cura del Castillo de Locubín llevaba un crucifijo en sus manos, subió algo nervioso al patíbulo. El verdugo le quitó el alzacuello y le dio muerte con rapidez. Acto seguido se procedió a ejecutar a su tío Cándido. Este se desmayó camino del cadalso, tuvo que ser llevado a rastras mientras lloraba y suplicaba. Hasta el último momento confió en que llegara un indulto, pero no fue así. El verdugo que tocó a don Cándido era menos experimentado y el desgraciado murió entre terribles espasmos. Mientras en la catedral granadina se celebraba una misa por el alma de aquellos desdichados. (Información recogida del libro “Crónica negra de Granada” del autor Cesar L. Girón López)
Moclín, villa y corte Tras la conquista, queda el castillo constituido como plaza fuerte a la espera de la ya inminente Toma de Granada. Nombran los Reyes Católicos gobernador de Moclín a Martín Ruíz de Alarcón, amigo de Boabdil, con el encargo de que fomentara las intrigas entre este y El Zagal. Se dota a la fortaleza de tantos medios humanos y materiales que la seguridad que esta ofrece ante eventuales ataques hizo que la Reina y Corte de Castilla pasaran largas temporadas en la Villa, al amparo de su fuerte protección. Según algunos historiadores, Martín de Alarcón trae como rehén a "El Infantico", hijo de Boabdil, que obraba en su poder desde que fue intercambiado por su propio padre, preso en la batalla de Lucena, y como fianza de que cumpliría con los pactos firmados. Otros sitúan la estancia de "El Infantico" en el castillo, en el periodo comprendido entre la negociación para la firma de las Capitulaciones de Santa Fe y la definitiva entrega de Granada el 2 de enero de 1492. El mismo Conde de Tendilla lo deja en custodia en el castillo. Tras la toma es Moclín una de las siete Villas, junto con Guadahortuna, Montegícar, Iznalloz, Colomera, Íllora y Montefrío, encargada del mantenimiento de Granada, quedando todas ellas al mando de Don Fadrique de Toledo, que fue nombrado Capitán Mayor. En su política de repoblar los territorios territorios ocupados, los Reyes Católicos, reparten las tierras a caballeros castellanos, aragoneses y navarros, todos ellos muy distinguidos y nobles, y participantes en la Conquista. A Martín de Alarcón y al gobernador Antonio Ruiz los sucede Rodrigo de Herrera como alcalde de la VIlla, quedando esta sin guarnición militar, por ser innecesaria tras la toma de Granada y consiguiente expulsión de los Musulmanes. Cesa, pues, el gobierno militar y sólo queda el político y económico. Sobre la permanencia de moriscos en nuestro término, tampoco hay acuerdo entre los historiadores. Unos mantienen que nada cita la historia sobre Moclín en la rebelión de estos en 1500 en el Albaicín. SIn embargo, Manuel López Moreno, en su libro "Historia del Municipio de Moclín", muestra un documento de 1563 (Reinado de Felipe II) en el que se deja constancia de diferentes posesiones pertenecientes a moriscos, alguna de ellas de bastante consideración. Es probable que estos fueran deportados hacia la Mancha y Castilla la Vieja tras ser sofocada la rebelion de Aben Humeya en las Alpujarras (1568-1571). Tres monumentos importantes del siglo XVI son testigos mudos de las primeras actuaciones de los nuevos pobladores de nuestras tierras: la Capilla Mayor, la Fuente Vieja, y el Pósito del Pan. Todos ellos declarados en 1979 como "Patrimonio Arquitectónico de Interés Histórico y Artístico".